Todos tenemos un balcón donde asomarnos. Un balcón donde podemos charlar tranquilamente de la vida, de lo que se fue, de lo que vendrá. Un balcón donde vemos pasar a la gente de aquí para allá. Sin tiempo, sin reloj.
Asomarse al balcón para recordar, apoyarse y ver lo que viene por la calle de la vida. En mi caso no me asomo a un balcón cualquiera, en mi caso os llevaré al balcón de mi abuelo…donde los ojos de la gente se ven más puros y limpios que en ningún lado.
No quiero presumir pero desde el balcón de mi abuelo se ve la vida pasar de forma diferente, más pausada, sin nubes, más esperanzadora, sin empujones ni codazos…exactamente: sin prisas.
Si quieres te hago un hueco aquí en el balcón y me cuentas como te va la vida. Tranquilo que el balcón de mi abuelo guardará silencio como el mejor de los confesionarios.
¡MIRA YA SEN LOS CIRIALES! Bueno, te dejo que juraría que ya están ahí el Palio…